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El psicólogo de Auschwitz
El ejercicio es sencillo: acérquese a una librería, pregunte al librero cuál es el libro que más ha vendido durante estos últimos quince años y le contestará, sin dudarlo, que El hombre en busca de sentido. Un long seller internacional que se encasilla en la autoayuda, pero que está escrito por el fundador de la tercera escuela vienesa de Psicología. ¿De qué se trata este fenómeno?
Por Felipe Cala Buendía
Revista Semana
Fecha: 03/21/2007

Hace algunos meses, antes de que el tema para se pusiera en boca de todos, los medios de comunicación destaparon la inmensa influencia de un parasicólogo dentro de la cúpula de una de las instituciones más importantes del país. Y aunque a la ciega justicia no le vendría mal una ayudita del más allá en su búsqueda de Vicente Castaño y Manuel Marulanda, el escándalo no se hizo esperar. Armando Martí, hasta entonces relativamente célebre por la recuperación del cuerpo del ministro de Protección Social, Juan Luis Londoño, les salió al encuentro a los medios de comunicación para desmentir su condición de brujo. Se proclamó periodista, psíquico y Logoterapeuta. Esta última, actividad que llevaba a cabo según los preceptos y las enseñanzas de Viktor Frankl.
El Fiscal General de la Nación, con su voz socarrona y cara de yonofuí, tapó el escándalo como pudo. De su institución salieron varios altos funcionarios –brujo incluido– pero nunca se supo, en realidad, qué diablos es la logoterapia ni de dónde había salido el tal Frankl, cuyo nombre fue desfigurado por la ortografía de diarios y revistas.
Por otra parte y a comienzos de este año, Fernando Araújo, tras escapar de su secuestro, hizo alusión –en alguna de las innumerables entrevistas de prensa, radio o televisión– a este personaje de nombre extraño. El nuevo ministro de Relaciones Exteriores se refirió a Frankl como un autor fundamental, cuyas perspectivas y enseñanzas le resultaron de gran ayuda para enfrentar su prolongado e inhumano cautiverio. Y sin embargo, todavía no se sabía a ciencia cierta quién y cuál era el lugar de este autor en el pensamiento contemporáneo.

Pues resulta que Frankl es uno de los autores y psiquiatras más influyentes del siglo xx; mucho más de lo que la mayoría de nosotros pudiéramos imaginar. Su libro El hombre en busca de sentido, publicado por primera vez en 1946, figura en numerosos listados como uno de los libros más leídos de la historia, al lado de la Biblia y de autores como Sigmund Freud. Y por si fuera poco, la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos declaró esta obra como uno de los diez libros más influyentes en ese país, con más de cinco millones de ejemplares vendidos.
No obstante, la influencia de Frankl no se limita al ámbito europeo y anglosajón. Su obra ha sido traducida a más de treinta idiomas, incluidos el mandarín y el japonés, y cuenta ya con más de 150 ediciones. En América Latina su impacto es notable, sobre todo si se tiene en cuenta la presencia de institutos de logoterapia y análisis existencial en los principales países de la región, incluidos Argentina, Brasil, Colombia, México y Venezuela. Sólo en nuestro país, a lo largo de casi quince años, se han vendido más de veinte mil ejemplares de dicha obra; una cifra nada despreciable si se observa el tamaño y el comportamiento del mercado editorial formal.
En esta medida, El hombre en busca de sentido puede ser considerado claramente como un long seller de talla mundial; como perteneciente a esa categoría de libros que, sin ser una explosión fruto del mercadeo y las relaciones públicas, se convierten a fuerza de paciencia y tiempo en todo un fenómeno de ventas. Sin embargo, ¿qué hay detrás de este libro en particular?

En el campo de concentración
Considerado uno de los pilares de la psicoterapia moderna y fundador de la llamada Tercera Escuela Vienesa de Psicología, Viktor Frankl nació en Viena (Austria), en 1905. Precoz y curioso desde la infancia, Frankl terminó su bachillerato con un ensayo sobre psicoanálisis y Schopenhauer, un artículo publicado en la Revista Internacional de Psicoanálisis y una intensa correspondencia con el propio Freud. Nada mal para un joven de 18 años.
En 1930, Frankl obtuvo su título profesional de médico, profesión que ejerció hasta 1942. Este año, el joven doctor, su nueva esposa, su madre, su padre y su hermano fueron arrestados e internados en un campo de concentración en Bohemia. Éste sería el comienzo de una serie de eventos, trágicos y sumamente dolorosos, que lo conducirían por cuatro campos de concentración distintos, entre ellos los carniceros Auschwitz y Dachau.
Ésta es la historia de El hombre en busca de sentido; libro en el que el prisionero número 119.104 –el propio Frankl– relata su experiencia y analiza, desde el punto de vista psicológico, la vida y la mentalidad de las víctimas del Holocausto. No es más que el recuento de las vivencias de un prisionero cualquiera y de algunos de sus compañeros de cautiverio. Aquí radica, precisamente, la fuerza y el poder de persuasión de esta narración, pues en ella no encontramos una épica de célebres héroes y mártires, sino la historia de un hombre común y corriente que se sobrepuso a una experiencia límite y le encontró sentido y significado a su sufrimiento.
Aun entre líneas, el planteamiento de Frankl es claro. Hay que encontrarle a la vida un sentido y un significado. En todo momento y así sea en las situaciones más adversas, debemos identificar aquello que la existencia nos exige y responder a ello con rectitud. En este sentido, Frankl afirma: “Vivir significa asumir la responsabilidad de encontrar la respuesta correcta a las cuestiones que la existencia nos plantea, cumplir con las obligaciones que la vida nos asigna a cada uno en cada instante particular”.
Ni religión, ni brujería, ni autoayuda
Frankl concibe la libertad como la verdadera característica de lo humano. El hombre es, en esencia, un ser capaz de elegir una postura concreta frente a la vida y el mundo que lo rodea. Frankl se apoya en la filosofía de finales del siglo xix y comienzos del siglo xx –la fenomenología y el existencialismo– para postular una compresión del ser humano y sus problemáticas que deja atrás los determinismos naturalistas, psicoanalíticos, teológicos o sociológicos. El ser humano, entendido a partir de su forma de desenvolverse en el mundo, es responsable por encontrarle un sentido y un significado a su existencia.
En ello consiste el análisis existencial planteado por el autor austriaco, cuya vertiente terapéutica es, precisamente, la famosa logoterapia. Según Arturo Luna –fundador del Instituto Colombiano de Análisis Existencial y Logoterapia–, esta técnica de psicoterapia “sirve para tratar obsesiones, fobias, problemas sexuales, crisis existenciales y conflictos de valores contrapuestos”; todo ello producido por el vacío de no encontrarle un sentido y un significado a la existencia.
“Es muy importante clarificar”, afirma Libardo Sarmiento –editor de la revista Sentido & existencia–, “que si bien la religión, particularmente la católica, ha querido hacer un uso instrumental del análisis existencial y la logoterapia, como forma de atraer a las personas, Frankl las concibe como algo totalmente ajeno a la teología y la religión, pues su ámbito es el de la filosofía y la ciencia, y nada tienen que ver con temas místicos o esotéricos”.
Lo mismo sucede con la literatura de autoayuda, que se ubica en un plano diferente al del análisis existencial y la logoterapia. “La teoría de Frankl mueve al ser humano al compromiso con la vida, a realizar una serie de valores de creación, de contemplación o de actitud frente al dolor. No tiene nada que ver con estas cuestiones light,
con estas estafas que venden  la felicidad en un libro”, agrega Sarmiento.
Aunque lejos está este autor de proponer fórmulas mágicas de realización personal, sus obras son leídas, muchas veces, como textos de autoayuda, cayendo tristemente en la misma categoría que los hombres marcianos, las mujeres venusinas y el caldito de pollo para el alma. Pero autoayuda o no, no es extraño que en un país como el nuestro, que cae en la neurosis de calificarse como el más feliz del mundo, se venda tanto y por tanto tiempo un libro como éste. Al destacar actitudes tan fundamentales como el buen humor, la capacidad de burlarse de sí mismo o de solidarizarse con el otro, sería incluso conveniente que se vendiera aún más. Sus planteamientos casi rayan con el sentido común –de ahí su lucidez–, pues ¿quién es capaz de negar que la vida hay que asumirla y enfrentarla con responsabilidad y decencia? ¿A quién no le gustaría seguir el ejemplo de este sobreviviente del Holocausto, que murió a los 92 y habiendo obtenido su licencia de aviador apenas 25 años atrás?






BIOGRAFIA DE VIKTOR FRANKL

Viktor Emil Frankl nació en Viena, Austria el 26 de Marzo de 1905.
Viena era entonces capital del Imperio Austro-húngaro y la capital cultural e intelectual de Europa, siendo cuna de grandes músicos como Franz Schubert, los hermanos Strauss, Gustav Mahler, Antón Bruckner, e intelectuales y científicos como Sigmund Freud, Charlotte Bühler, Alfred Adler, Rudolf Allers, etc…

Segundo de tres hermanos, (Walter y Estela), Viktor creció en un ambiente familiar lleno de tradiciones y calor humano.
Sus padres, judíos, transmitían a sus hijos sus creencias y costumbres religiosas.


Desde muy pequeño mostró una gran inteligencia y sensibilidad. En su autobiografía relata cómo a la edad de cuatro años se despertó una noche sobresaltado con la idea de que él algún día tendría que morir. A partir de ese momento empezó a preguntarse acerca del sentido de la vida y a interesarse en cuestiones filosóficas.

Vivió las dos guerras mundiales. Los estragos de la primera, lo hicieron crecer en la escasez económica. A los once años de edad tenía que formarse a las tres de la mañana en las filas del mercado para conseguir el poco alimento disponible, su madre lo alcanzaba a las siete para que él pudiera llegar a la escuela.  A diferencia de sus hermanos, Víktor fue siempre un alumno que destacaba de la mayoría.

Como estudiante adolescente discutía temas filosóficos con Martin Heidegger y Karl Jaspers. Para Frankl la filosofía es una parte muy importante en la vida de todo ser humano, por lo tanto, nunca puede desligarse de la actividad psicoterapéutica.

Muy joven descubrió que su camino estaba en el mundo de la medicina. Ingresó a la facultad de medicina de la Universidad de Viena y se especializó en neurología y psiquiatría.

En ese tiempo empezó a estudiar los conceptos psicoanalíticos. Sigmund Freud era maestro de la Universidad y contaba con un gran prestigio y reconocimiento en el ambiente médico e intelectual. Sin embargo Frankl no estaba de acuerdo con la postura determinista de Freud ni con su visión reduccionista del hombre y le discutía -por correspondencia- con convicción a pesar de tener apenas 18 años. Freud respondía cada una de sus cartas y lo invitó a publicar su primer artículo en la Revista Internacional de Psicoanálisis.

Inicia junto con sus maestros Rudolf Allers y Oswald Schwartz centros de consulta para atender a los jóvenes afectados por los efectos de la primera guerra mundial: desempleo, falta de oportunidades, cuadros depresivos, intentos de suicidio… La iniciativa del joven médico fue bien recibida en otras ciudades europeas como Praga, Zurich, Berlin y Frankfurt.

La riqueza humanística y científica de esos años, motivaron a Frankl para escribir un trabajo en torno a las relaciones entre la psicoterapia y la filosofía existencial que entonces se cultivaba en Europa. En él señala la necesidad de incorporar en la terapéutica los aspectos de corte existencial y filosófico que están presentes en el horizonte del paciente.

Al graduarse Frankl se unió al grupo de Alfred Adler quien fundó la segunda escuela de psicoterapia vienesa –psicología individual- partiendo de los conceptos psicoanalíticos pero tomando en cuenta los aspectos sociales que intervienen en el desarrollo de la personalidad. Para Adler el ser humano está motivado por la búsqueda de poder movido por un complejo de inferioridad. Frankl no coincidía en que esa fuera la principal motivación del hombre y siguiendo como siempre su propio camino fundó la tercera escuela de psicoterapia vienesa a la que llamó Logoterapia.

Es nombrado director de neuropsiquiatría del Rotschildspital de la ciudad de Viena.. Como neurocirujano realizaba operaciones de cerebro y como psiquiatra atendía todo tipo de patologías, mas por las circunstancias que se vivían en esa época, se ocupaba de miles de casos de depresión e intentos de suicidio.

Dentro de sus conceptos Frankl incluye, a diferencia del resto de los teóricos de la psicología -incluso los humanistas- el aspecto doloroso de la existencia como algo intrínseco a nuestra naturaleza humana y como oportunidad de desarrollo, aprendizaje y sentido.

Como si el destino hubiera querido probarlo, es llevado durante la segunda guerra mundial (1942), a los campos de concentración nazis y vive el holocausto. Mueren en diferentes campos su madre, su padre, su hermano, su cuñada y su esposa Tilly con quien se había casado apenas hacía nueve meses.

“Me encontraba solo con mi existencia literalmente desnuda” dice Frankl, despojado de sus seres queridos de su profesión, de sus pacientes, de su querido hospital, de su hogar, de todas sus pertenencias, incluyendo el manuscrito que estaba a punto de publicar.

Todo su sentido anterior estaba perdido en ese momento….y apareció un nuevo sentido: ¡Sobrevivir¡   Se prometió a sí mismo que no se quitaría la vida como muchos de sus compañeros.  Se propuso aprender algo de aquél terrible lugar para después ponerlo al servicio de la humanidad.

Tomó la tarea de ofrecer sus servicios como médico y psicoterapeuta.
No era nada fácil cumplir sus propósitos. Vivió esos dos años y medio como el prisionero 119 104. Comiendo solo un plato de caldo aguado y una pequeña ración de pan. Trabajando largas jornadas en climas extremosos – fríos de 20 ° bajo cero- y todas las carencias imaginables. Presenciando atrocidades, enfermedades y muertes día tras día.
Frankl se apoyó en varios aspectos para lograr sobrevivir:

La experiencia del amor: El amor que sentía por su familia y por su esposa le daban la fuerza para continuar luchando. Así, escribiría después, “el amor es la meta más elevada y esencial a la que puede aspirar el ser humano…la plenitud de la vida humana está en el amor y se realiza a través de él”.

La vivencia de la naturaleza –esperaba con ansia el momento del atardecer en el bosque bávaro- ya eso daba sentido a su día.

La experiencia del arte –se reunían en los pocos ratos libres a recitar poesías, a cantar o recordar obras de teatro.

El sentido del humor fue también un elemento importante para la supervivencia: contaban chistes y se reían de la alegría que les daba oir las sirenas que anunciaban bombardeos, ya que éso les autorizaba a interrumpir el pesado trabajo.

El sentido del pasado: no para quedarse en él sino para poder soportar la pobreza espiritual del aquí y del ahora, enriqueciéndolo con vivencias anteriores.

La vivencia de la espiritualidad: Oraba cotidianamente y en la barraca, cuando era posible, rezaban en grupo y cantaban los salmos en hebreo. Para Frankl, la oración es un diálogo íntimo con el más íntimo de los amigos.

Y por último, la soledad –esos breves momentos en que podía recuperar algo de su intimidad y privacía-.

Al terminar la guerra el 27 de abril de 1945, Frankl pudo constatar nuevamente que estaba destinado a vivir ‘para algo’. La camioneta del cuerpo de rescate suizo cerró las puertas cuando ya le tocaba a él el turno de subir. Tuvo que esperar varias horas más a que llegara la próxima, la espera le pareció eterna. Cuando al fin llegó se enteraron de que la camioneta anterior era otro engaño para llevar a más judíos a la muerte.

Tuvieron que pasar varios meses para que Víktor Frankl pudiera sobreponerse a las experiencias vividas y a sus pérdidas para regresar a trabajar a la Policlínica de Viena. Allí dicto –entre lágrimas- a varias enfermeras lo que había sido su vivencia en los campos de concentración. Esta publicación que originalmente se llamó "Un psicólogo en un campo de concentración" es la que conocemos como “El hombre en busca de sentido”, misma que ha sido publicada en 18 idiomas.

Frankl nunca imaginó que el nombre de este libro estaría inscrito alguna vez en la biblioteca del Congreso en Washington D.C. ¡en la lista de los 10 libros que han cambiado el curso de la humanidad¡

Desde entonces se dedicó a escribir –hay aproximadamente 25 libros escritos por él- , a dar conferencias alrededor del mundo, a hacer psicoterapia, a entrenar logoterapeutas, y a transmitir su mensaje tal como se lo propuso al ingresar al campo de concentración.

El 18 de julio de 1947 contrae matrimonio con Eleonore –Elly- Schwindt con quien comparte su misión y su obra el resto de su vida.

El mismo año fue nombrado Profesor Asociado de neurología y psiquiatría en la facultad de medicina de la Universidad de Viena.

Fue maestro invitado de la Universidad de Harvard y de varias universidades alrededor del mundo que le otorgaron más de 20 títulos Honoris Causa.

Murió en Viena de fallo cardiaco el 2 de Septiembre de 1997. Vivió 92 años muy activos y llenos de sentido, dejándonos un legado de amor a la vida y esperanza hacia el ser humano. Para Víktor Frankl, mientras hubiera vida y voluntad habría la luz de la esperanza.

Le sobreviven su esposa Elly, su hija Gabriele, su yerno Franz Vesely y sus nietos Alexander y Katharine, todos involucrados y comprometidos con la misión de la Logoterapia: iluminar con la luz del sentido.

Tomado de : http://www.logoforo.com/